La Contrapartida la integraban varios guardias civiles voluntarios, los cuales intentaban aparentar ser verdaderos maquis, tanto en la manera de vestir, como en el armamento que llevaban. La misión encomendada era el exterminio de las partidas de resistentes en los montes, y su forma de actuación era presentarse en los núcleos habitados de las zonas donde el maquis actuaba.
Cuando contactaban con los moradores de las viviendas de la zona, simulaban ser guerrilleros, pidiéndoles comida, y falseaban conocer a las partidas, con las que supuestamente querían contactar, con lo cual, si se les daba información precisa, o si al día siguiente no denunciaban la presencia de maquis en sus casas, estaban perdidos.
Muchos puntos de apoyo perdieron la vida o fueron encarcelados con estos métodos, así la desconfianza fue haciendo mella, y la colaboración disminuía, con el perjuicio que eso ocasionaba a los grupos guerrilleros.
Otra forma de acción fue la utilización de prácticos del terreno, de maquis que se entregaban a la guardia civil, los cuales siendo conocedores de la situación de los campamentos, y de los movimientos habituales de los grupos de guerrilleros, hicieron bastante daño a las partidas donde esos mismos traidores estuvieron encuadrados, dándose casos donde los propios maquis traidores, en su afán por colaborar para salvar su propia vida, no dudaron en matar a antiguos compañeros suyos en el monte.
También encontraron una forma de actuación eficaz para que la población colaboradora del maquis desconfiara de los verdaderos guerrilleros, cometiendo toda clase de desmanes, con lo cual los puntos de apoyo al creer que eran verdaderos maquis, perdían su confianza en ellos y no les asistían más, dándose casos verdaderamente trágicos, donde la desconfianza hacía que estuvieran entre dos fuegos, no sabiendo quien era quien en esa verdadera guerra.
Una de las contrapartidas más famosas por su crueldad fue la del sargento Ruano, verdadero especialista en el exterminio de guerrilleros y fanático miembro de la benemérita, el cual, cayó así mismo abatido por un guerrillero [Víctor Padilla Aina “Aragonés”] que estando herido, y al acercarse el sargento para el recuento de víctimas, tuvo tiempo de apretar el gatillo de su arma y matarlo, siendo rematado “Aragones” por un traidor, antiguo miembro del maquis que servia de guía a esta contrapartida después de entregarse, cuyo nombre era Fausto Navas Navas “Viruta”, que fue incluso jefe de estado mayor de la 14 división de “Quincoces”.
Es esclarecedor el siguiente relato:
“Una buena señora, que de niña anduvo en labores de enlace y cobijo, contó que una de sus primeras lecciones fue aprender a distinguir a los que bajaban del monte de los otros, los de la contrapartida. A veces, decía, se presentaban por la zona unos individuos caracterizados como los maquis, con armas parecidas, las ropas indecentes, las suciedades, los mismos rostros atezados por la intemperie, y eran guardias civiles disfrazados.
Merodeaban por los lugares de reunión o de paso, para emboscarse, y por ver si alguno de los vecinos se les acercaba como contacto o simpatizante. Había que mirarles las manos, finas, de no haber usado en su vida un azadón o un martillo. Pero sobre todo se les distinguía por el olor. Podían tener la cara tiznada, pero los del monte olían de verdad a humo. Los maquis se reconocían por un olor inconfundible a podredumbre, a sudor, a hoguera, a meses de no lavarse. Un olor penetrante a miedo, a animal furtivo”.
Cuando contactaban con los moradores de las viviendas de la zona, simulaban ser guerrilleros, pidiéndoles comida, y falseaban conocer a las partidas, con las que supuestamente querían contactar, con lo cual, si se les daba información precisa, o si al día siguiente no denunciaban la presencia de maquis en sus casas, estaban perdidos.
Muchos puntos de apoyo perdieron la vida o fueron encarcelados con estos métodos, así la desconfianza fue haciendo mella, y la colaboración disminuía, con el perjuicio que eso ocasionaba a los grupos guerrilleros.
Otra forma de acción fue la utilización de prácticos del terreno, de maquis que se entregaban a la guardia civil, los cuales siendo conocedores de la situación de los campamentos, y de los movimientos habituales de los grupos de guerrilleros, hicieron bastante daño a las partidas donde esos mismos traidores estuvieron encuadrados, dándose casos donde los propios maquis traidores, en su afán por colaborar para salvar su propia vida, no dudaron en matar a antiguos compañeros suyos en el monte.
También encontraron una forma de actuación eficaz para que la población colaboradora del maquis desconfiara de los verdaderos guerrilleros, cometiendo toda clase de desmanes, con lo cual los puntos de apoyo al creer que eran verdaderos maquis, perdían su confianza en ellos y no les asistían más, dándose casos verdaderamente trágicos, donde la desconfianza hacía que estuvieran entre dos fuegos, no sabiendo quien era quien en esa verdadera guerra.
Una de las contrapartidas más famosas por su crueldad fue la del sargento Ruano, verdadero especialista en el exterminio de guerrilleros y fanático miembro de la benemérita, el cual, cayó así mismo abatido por un guerrillero [Víctor Padilla Aina “Aragonés”] que estando herido, y al acercarse el sargento para el recuento de víctimas, tuvo tiempo de apretar el gatillo de su arma y matarlo, siendo rematado “Aragones” por un traidor, antiguo miembro del maquis que servia de guía a esta contrapartida después de entregarse, cuyo nombre era Fausto Navas Navas “Viruta”, que fue incluso jefe de estado mayor de la 14 división de “Quincoces”.
Es esclarecedor el siguiente relato:
“Una buena señora, que de niña anduvo en labores de enlace y cobijo, contó que una de sus primeras lecciones fue aprender a distinguir a los que bajaban del monte de los otros, los de la contrapartida. A veces, decía, se presentaban por la zona unos individuos caracterizados como los maquis, con armas parecidas, las ropas indecentes, las suciedades, los mismos rostros atezados por la intemperie, y eran guardias civiles disfrazados.
Merodeaban por los lugares de reunión o de paso, para emboscarse, y por ver si alguno de los vecinos se les acercaba como contacto o simpatizante. Había que mirarles las manos, finas, de no haber usado en su vida un azadón o un martillo. Pero sobre todo se les distinguía por el olor. Podían tener la cara tiznada, pero los del monte olían de verdad a humo. Los maquis se reconocían por un olor inconfundible a podredumbre, a sudor, a hoguera, a meses de no lavarse. Un olor penetrante a miedo, a animal furtivo”.
6 comentarios:
cita: «Había que mirarles las manos, finas, de no haber usado en su vida un azadón o un martillo . Pero sobre todo se les distinguía por el olor. Podían tener la cara tiznada, pero los del monte olían de verdad a humo. Los maquis se reconocían por un olor inconfundible a podredumbre, a sudor, a hoguera, a meses de no lavarse. Un olor penetrante a miedo, a animal furtivo".»
Es curioso cómo detectar sobre el terreno a un falso guerillero antifranquista puede, finalmente, parecerse a lo que uno siente cuando reconoce a un ultraizquierdista de salón. ;-)
El blog está muy bueno. Felicitaciones.
Yo conocí mucho a una familiar de guerrilleros que estando en compañía de pastores llegaron unos desconocidos con un perro interesados en enlazar con los emboscados, cuando estos marcharon sin información comentó que eran impostores... razonando que los emboscados no tienen perros a los que les brilla el pelo... ni perro diría yo... la segunda parte de como acabó el día otro día,valga la redundancia, tal vez...
CUENTANOS LA2ª PARTE , ANDA
Cadavesmas me quedo mas sorprendido de la gran Importancia de los huidos o makis
Me ha encantado el artículo.
Gracias
Mi padre convivió con los maquis y la Guardia Civil al mismo tiempo
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