08 octubre, 2013

El último guerrillero de España

Editor: A.G.L.A.G. (1975). ISBN: 84-400-9285-7. Autobiografía de Adolfo Lucas Reguilón, el cual nació en 1911 en Villa del Prado (Madrid). Ejerciendo como maestro en Navamorcuende le sorprendió el golpe militar contra la República. Participó junto a los milicianos en la Guerra Civil y fue herido. Terminada la guerra fue apresado y condenado. Recorrió varios campos de trabajo y presidios hasta ser liberado en 1943. Se refugió en Piedralaves (Ávila), donde comenzó una intensa labor de organización de células clandestinas siempre a favor de la línea política que promulgaba la U.N. (Unión Nacional). Creó una guerrilla en la zona de Gredos, llamada zona “M” (Monte Mirlo), y su línea de actuación tendía a evitar el enfrentamiento armado, desarrollando un importante trabajo propagandístico, emitiendo multitud de pasquines y periódicos. Esta forma de proceder no entraba en el perfil de acciones del PCE, y fue llamado al orden en varias ocasiones al no aprobar dicho partido sus métodos de lucha. Presuntamente, el Partido Comunista ordenó su eliminación, aunque no se llegó a llevar a cabo dicha acción.


4 comentarios:

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

LAS TRECE ROSAS ROJAS

En calle de Coloreros,
a espaldas de San Ginés,
la tragedia se gestaba
y las Rosas no la ven.

Las jóvenes comunistas
(y Blanca Brisac no lo es),
agosto del treintainueve,
aherrojadas se ven.

Van cayendo escalonadas
cuando las van delatando,
cediendo ante las torturas,
hombres en frentes bregados.

Martina y Carmen Barrero,
Pilar y Julia Conesa,
Ana López y Virtudes
y Elena Gil y Adelina.

Dionisia las acompaña,
Joaquina entra en la lista,
Victoria forma en el grupo,
y Luisa cierra la fila.

Trece son las trece Rosas
del agostado jardín,
de un Madrid de cárcel pútrido
y un Gólgota por venir.

Gritos en comisarías,
siempre en ristre los vergajos,
la capital de la gloria
ahora es la del espanto.

Cuerpos en sangre bañados,
miembros rotos y tullidos,
dientes fuera de su base
y horrores entre suplicios.

Las Rosas son deshojadas,
¡temblad, almas de vencidos!,
que esta tierra de Caín
no ha de daros un respiro.

Silencios espeluznantes,
insultos, carreras, gritos,
gemidos, voces de infamia,
¿Tú dónde estás?,¡oh,Dios mío!

Pasan a todas a Ventas,
a la cárcel de mujeres,
viviendo un mundo dantesco
en hacinamiento envuelto.

Las acusan de la trama
y muerte de Gabaldón,
de formar una conjura
o un entramado mayor.

Sin fundamento y sin base,
sin garante o defensor,
sin testimonios ni pruebas,
todos condenados son.

Los culpables son hallados,
fusilados con fruición,
días después del suceso
que el crimen se perpetró.

¿Eran cuatro o eran tres
los funestos asaltantes,
que al cometer un atraco
un infierno desataron?

Se abrió la cárcel de Ventas
y su cancela gimió,
cuando traspasó la verja
la muerte en un camión.

Subieron las Trece Rosas
y ahora el camión lloró,
al contactar con su suelo
de la inocencia el dolor.

Las Trece Rosas marchitas,
un cinco de agosto vio
Madrid cuando despertaba
sumido en el estupor.

Osario de la Almudena,
antesala del horror,
ten ya dispuesta tu tapia
y dales tu bendición.

Alba de un cinco de agosto,
preludio de un gran calor,
nimba a las Rosas las frentes
que hoy acceden ante Dios.

Puestas las Rosas en fila,
dando cara el pelotón,
"¡apunten, disparen, fuego"´
y el crimen se consumó.

Trece Rosas de Madrid
soñando un Madrid mejor,
vuestra entrega no fue vana
pues el Rosal floreció.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

DON MANUEL AZAÑA

Lúcido y hombre de Estado,
republicano y patriota,
el peso de la derrota
acabó el sueño dorado.
Prontamente fue apartado
y la España de su entraña
se desangra cual montaña
con la sangre de un torrente
que anega a ríos de gente
sobre el corazón de Azaña.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

DON ÁNGEL SANZ BRIZ

Llevado de un noble impulso,
en Budapest,Ángel Briz,
se convirtió en adalid
y al nazismo ganó un pulso.
Mundo aterrado y convulso,
abrió su casa a legiones,
cobijo dio y protecciones
a judíos sefarditas,
y en su libro de visitas
es justo entre las naciones.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

SANTIAGO LIZANA

Cuando se tiran los dados
caprichosos de la historia,
a unos aguarda la gloria
y a otros dados trucados.

Un hombre sencillo y parco,
trabajador y ordenado,
se vio de pronto abocado
a salirse de ese marco.

En la España turbulenta
previa a la guerra incivil,
él era un hombre civil
al que arrastró la tormenta.

Quizá sin tener ideas
políticas concebidas,
ni pensadas,ni nacidas,
y por tanto nunca aireas.

Y a su pesar se vio inmerso
entre el barro de trincheras
de las sangrientas goteras
de épica gesta sin verso.

Y una vez movilizado
en defensa de Madrid,
Babieca y Tizona el Cid
les dejó encomendado.

Y en los terribles combates
que frenó a los sublevados,
a su lado atrincherados
aplacaron los embates.

Y la lira del poeta
del Alberti gaditano,
voló desde el altiplano
al páramo en la meseta.

Y Madrid fue desde entonces
la capital de la gloria,
y entró de lleno en la historia
y su heroicidad en bronces.

Junto a héroes anónimos
allí se hallaba Santiago,
entre la sangre del lago
que tuvo tantos topónimos.

Se batió en Guadalajara
en días de lluvia y bruma
contra italianos de espuma
que al Duce empañó la cara.

Y después lo consabido:
vino la amarga derrota,
y en los cementerios flota
de la pólvora el sonido.

Cárceles y represiones,
sin pan, sin lumbre y con hambre,
y exiliados con raigambre
parias en otras naciones.

Y los que dentro quedaron
como Santiago Lizana,
sin un hoy y sin un mañana
ataron y amordazaron.

Y en posguerra interminable
la suerte de los vencidos
compartió con oprimidos
en espera inacabable.

Más inopinadamente
un resquicio de esperanza
asentado en su balanza
le hizo vivir nuevamente.

Pues trabajando entre flores,
convertido en jardinero,
se vio de nuevo campero
siendo sus años mejores.

Y vuelto al pueblo natal,
al diáfano Cenicientos,
sus allegados contentos
le acunaron maternal.

Y en su casa del Cerrillo
muy feliz se halló Santiago,
sin que en él hiciera estrago
bilis ni rostro amarillo.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho