07 octubre, 2012

Gúdar… la venganza

Un ataque de los guerrilleros de Levante a Gúdar, como venganza por la muerte de la mujer de un guerrillero a manos de la GC, reprochable a mi parecer tras el desarrollo del mismo, pues fueron asesinadas ocho personas familiares del exalcalde franquista, llevó a la clásica venganza del general Pizarro.

En el libro de Salvador Fdez. Cava encontramos esto:

«Con todo, la réplica del general Pizarro fue inmediata y siniestra. En páginas anteriores nos hacíamos eco de la búsqueda, aún hoy, vía internet que un nieto del masovero José Zafón Lázaro realiza de su abuelo. Narra minuciosamente lo sucedido el historiador José Ramón Sanchis de quien seguimos su hilo razonado. Manuel Pizarro Cenjor se personó en el pueblo, bien seguro que acompañado de su plana mayor de la 133 Comandancia. Utilizó los guardias de los destacamentos de la contornada, pero sobre todo los del puesto de Mora de Rubielos al mando del capitán Laureano Hernández López, y los soldados acantonados en Alcalá de la Selva y Allepuz. Fue citando al ayuntamiento de Gúdar a un buen puñado de vecinos sin apenas relación con la guerrilla, de manera que algunos quedaron libres al poco, para el resto, once en total, ni tan siquiera con simpatías claras de izquierdas en todos ellos, su destino se tiñó de tinieblas tras quedar recluidos a partir del día 30 en una casa próxima a las dependencias municipales: el maestro José Joaquín Fayos Boda, el practicante José Blasco Blasco, José Rambla García (mediero en la masía Villarroya Baja, que sería el único que podría huir), Joaquín Tomás Saura de la masía Casa Borrega, el masovero de la Hoya Bellida José Zafón Lázaro, el panadero Nemesio Escribe Fandos, y su hermano el pastor Juan Escriche Fandos, el masovero del Mas del Prado Mariano Izquierdo Lucía, José García Herrero, Isaac Villarroya García, y el forestal Doroteo Hernández Marco. No fue suficiente con estas detenciones. Casi al mismo tiempo que se les trasladó desde Gúdar a Alcalá del Selva, “al lado de la casa de los Calamacos, donde estaban instalados los militares, en la planta baja del chalet de Tormo, cerca de la Ermita de la Virgen de la Vega”, también se condujo al mismo lugar a otros once detenidos por colaboración con el maquis que se hallaban en las dependencias de Aliaga, (de donde se había logrado fugar Martín Centelles Corella “Fernando”), todos ellos vecinos o masoveros de esta población y de Montoro. Tras ser salvajemente torturados en Alcalá de la Selva, se procedió el día 2, en dos sacas, a su asesinato. A los de Gúdar se les mató en el barranco del Arco (Mora de Rubielos), en tanto que a los de Montoro detenidos el día 23 de septiembre (Enrique Mateo Mateo, Rogelio Mateo López, Lorenzo Mateo Armengol, Fernando Mateo López, Félix Salesa Aznar y Abilio Jesús López) y a los de Aliaga (Feliciano Gargallo, Vicente Gresa Serrano, Agustín Santa Ana Montes, el masovero de la Torre del Peral Basilio Ariño Campos, y el de Casa Conesa Miguel Gargallo Corella) en las proximidades de la masía de los Olmos (Alcalá de la Selva). Con todo, lo más inhumano sería el abandono en pleno monte de sus cuerpos para que los guerrilleros los viesen, con la consiguiente dificultad y casi inexistencia de su enterramiento transcurridos varios días, y sólo gracias a la humanidad de algunos vecinos a iniciativa propia. La represión, sin duda, careció de escrúpulos».

El primo de Joaquín Tomás Saura erigió una placa en memoria de todos ellos.


Joaquín Tomás Saura era natural de Linares (Teruel), estaba casado con Felisa Bea, había ido aquel verano al pueblo para ayudar a sus padres a recoger la cosecha a la masía Casa Borrega, que era propiedad de los Herederos de Miguel Calvo, en la que llevaban ocho o diez años de medieros. El 3 de enero de 1947, la víspera de cuando asesinaron a José Izquierdo, subía él desde El Pobo a la masía y se encontró con Valentín, el hijo de José Izquierdo, sólo se dijeron "adiós" y nada más; por ello probablemente sospecharon que pudiera haber tenido algo que ver con los maquis. Antes de ser detenido le comentó a Martín Gargallo "me han llamado para que me presente: no sé lo que hacer si entregarme o no entregarme", a lo cual éste le respondió: "yo no puedo aconsejarte nada Joaquín... con que nos despedimos y ya no sé nada más de él."

Maquis: una historia falseada. José Ramón Sanchis. Pag.- 962-63

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