Letras traducidas con Google...
Es la historia de un viaje,
su viaje último,
el de un maqui legendario:
el de Quico Sabaté.
Últimos días de diciembre,
mil novecientos cincuenta nueve,
atravesaban la frontera
eran cinco hombres.
Si venían de Costoja
pasaron por el lugar normal,
la taberna de la Muga
que es un buen paso natural.
Y San Julián de Ribelles
y después San Bernabeu,
bordeando el Bassegoda,
Llorona y collado de la Cruz.
La umbría del Ginebret
y Virgen del Monte
la nieve que arriba había,
cuando están en Falgars ya se funde.
En Falgars parada y honda,
no se lo pueden negar,
que, si de noches se anda,
de día hay que reponer.
No todo son flores y violas,
que comienza el lío:
encendieron una hoguera
y esto fue un grave oblicuo.
Un cartero rural pasaba,
cocido a la sombra y bastante hostil,
medio haciendo el orni corre al pueblo
y avisa a los guardias civiles.
Cuando llega la pareja
viene la sorpresa y el enfado, cuando
hablan las escopetas, uno cae
herido y el otro huye.
Pero los maquis también han recibido,
porque Quico Sabaté
tiene una herida en la pierna,
más mala no puede ser.
Y marchando a toda prisa
van de pie a Esponellà
donde, burlando la vigilancia,
ya atraviesan el Fluvià.
Y después dejan Banyoles
y Palol de Revardit,
hasta que llegan a la Mota
amparándose en la noche.
Van de derecho al mas Clarà,
conocido anteriormente
aunque ahora vive gente nueva,
también les da acogida.
Cuando los viejos de la masía
en el hostal fueron a comprar
más comida de lo que solían,
con ello se delataron.
Los civiles rodean la casa,
y dos asaltos hicieron,
muriendo toda la cuadrilla
menos Quico Sabaté.
Que se escapa arrastrándose
justo en el último momento,
diciéndoles en voz baja:
"No tiráis soy el teniente".
¿Pasa el Ter, pasa Girona
como lo hizo? no se entiende
con la pierna mal herida,
pero en Fornells asalta un tren.
Obligándole, a punta de arma,
a no detenerse, siempre abajo
si en el Montseny puede acercarse
será un buen escondite.
Al entrar de Sant Celoni
salta en marcha y deja el tren
le esperan las escopetas
de los civiles y los someten.
Cinco de enero del sesenta,
por la mañana a las ocho y media,
entre disparos y correderas
cae al suelo y ya no se mueve.
Calle Mayor y Santa Tecla,
cruce del guerrillero,
en la mano la metralleta,
yace, muerte, Quico Sabaté.
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