26 julio, 2011

Diciembre de 1946, la fuga del “Santa Teresa”

El “Santa Teresa” fue un barco pesquero en el cual un grupo guerrillero gallego se fugó en él hacia Francia. Un caso similar ocurrió posteriormente cuando Indalecio Prieto coordinó desde Francia la retirada de los guerrilleros socialistas asturianos. Estos salieron desde el puerto de Luanco en octubre de 1948. En el caso del “Santa Teresa” fueron guerrilleros afines al Partido Comunista que actuaban en el norte de Lugo. El lugar de partida elegido fue una playa de A Abrela, y terminó con éxito en el puerto francés de Bayona, tras una semana de travesía.

Antonio Paleo Saavedra fue uno de los integrantes del grupo que, tras la victoria aliada contra el fascismo y el nazismo, vio con resignación que la intervención contra Franco al final no se realizaría. En ese momento comprendieron que la resistencia en el monte de un puñado de hombres contra el aparato represor del régimen no tenía ningún sentido.

Antonio recurre a su pariente Cipriano Puente Rodríguez, patrón de barco, con la idea de comprar un navío para salir por mar camino del exilio. Dos propietarios de San Cibao venden el suyo por 60.000 pts. de las de entonces (recaudadas con imposiciones económicas a personas adineradas), y se consiguen permisos para faenar y no levantar sospechas. El 13 de diciembre de 1946 el guerrillero Antonio Paleo se dirige junto a los tres marineros que dirigían la embarcación a recoger a los demás del grupo que les esperaban en la playa de A Abrela.

Los guerrilleros pertenecientes al llamado grupo de Viveiro fueron desertores del buque de guerra "Almirante Cervera", los cuales inicialmente actuaron en el grupo del guerrillero libertario José Neira. Sus nombres eran: Eusebio González Pedreira, Ramón Chaves, Vicente Lage «Chicharro», José Antonio Franco «Manchego», Domingo Villar Torres, Ramón Vizoso, Evaristo Candelas «Evaristo», Antonio Molíns «Noi». Por otra parte, siete guerrilleros embarcados del grupo de Ferrol fueron: Evaristo Eive Vilar, Amador Barcia Fernández «Xicos», Antonio Vilar, Eugenio Vilar Pereira, Manuel Piñeiro, Manuel Vilar Pazos y Manuel Rodríguez Pérez «Galán».

Durante el trayecto sufrieron una avería en la caldera a la altura de Gijón. Entraron en el puerto con los guerrilleros ocultos en la bodega. Nuevamente Antonio Paleo se hace cargo de la situación, pues hizo la mili en dicha ciudad, además de haber estado como marinero en ella y conocía a un miembro del entramado comunista. Este le pone en contacto con un profesional de confianza que repara la avería y pueden seguir. El mal tiempo, junto a la mala combustión de la caldera hizo que se retrasase la llegada hasta el 20 de diciembre. Una lancha de la gendarmería francesa acudió en su ayuda, pues las circunstancias de marea baja, junto al temporal, hacían difícil la entrada en el puerto sin sufrir algún percance de importancia.

Una vez en Francia, tal vez por considerar los dirigentes que habían abandonado la lucha, fueron marginados por el PCE. Paradójicamente, estos mismos dirigentes, años después ordenan el desmantelamiento de la guerrilla antifranquista, lo que se realizó con muchas dificultades y, el año 1952 puede considerarse como el año del final, aunque grupos dispersos todavía actuaron años después por los montes de España.


Tres de los protagonistas en tierras francesas

21 julio, 2011

Por quién doblan las campanas & Metallica


Por quien doblan las campanas (For Whom the Bell Tolls), es una novela publicada en 1940. su autor, Ernest Hemingway vivió la Guerra Civil Española como corresponsal. El americano Robert Jordan es un profesor de español que lucha como especialista de explosivos en las Brigadas Internacionales. La destrucción de un puente vital para los intereses republicanos, es la misión que debe cumplir junto a un grupo de guerrilleros que le ayudan.

La banda de thrash metal, Metallica, sacó un álbum en 1984 de nombre: Ride the Lightning, y en su interior encontraremos la canción llamada "For Whom the Bell Tolls" (Por quien doblan las campanas) basada en el libro de Hemingway.


Letra de "For Whom the Bell Tolls"

Make his fight on the hill in the early day
Constant chill deep inside
Shouting gun, on they run through the endless grey
On the fight, for they are right, yes, by whos to say?
For a hill men would kill, why? they do not know
Suffered wounds test there their pride
Men of five, still alive through the raging glow
Gone insane from the pain that they surely know

For whom the bell tolls
Time marches on
For whom the bell tolls

Take a look to the sky just before you die
It’s the last time you will
Blackened roar massive roar fills the crumbling sky
Shattered goal fills his soul with a ruthless cry
Stranger now, are his eyes, to this mystery
He hears the silence so loud
Crack of dawn, all is gone except the will to be
Now they will see what will be, blinded eyes to see

For whom the bell tolls
Time marches on
For whom the bell tolls


15 julio, 2011

Elisa Paredes Aceituno «Golondrina»

Tenía 17 años cuando se fue a la sierra. Natural de Campillo de la Jara, se incorporó a la guerrilla el 26 de enero de 1945 desde la finca La Raña de Castilblanco, en compañía de su padre, Práxedes Paredes, y su hermano Gregorio, de tan solo 9 años, pues estaban acusados de ser enlaces de “los de la sierra”. Su otro hermano, Germán, ya estaba en el grupo liderado por «Quincoces», en el cual se integró tras desertar del Ejército en 1943.

Una vez en el monte y pasado un tiempo, Elisa se emparejó con el guerrillero «Cuquillo», con quien tuvo un hijo que entregaron el 9 de diciembre de 1945 en la finca Gamiteros, de Herrera del Duque, a Félix Martín Muñoz y a su esposa Catalina para que lo llevasen a la Comandancia de la Guardia Civil. El niño, que no tenía todavía un mes de vida, fue internado en la inclusa de Badajoz, donde le pusieron de nombre Gregorio de la Cruz de la Sierra. Luego, cuando tenía 16 años, sería adoptado por un matrimonio.

En 1950, gracias a una confidencia, la Guardia Civil consiguió descubrir a un matrimonio que colaboraba con el grupo en el que se encontraba «La Golondrina». Durante días, miembros de una contrapartida permanecieron emboscados en la pequeña labranza que este matrimonio tenía en las proximidades de Minas de Santa Quiteria (Toledo). Finalmente, el 30 de abril, «Cuquillo», «Golondrina» y dos guerrilleros más, entraron en la casa, no sin cierto recelo, y entonces fueron acribillados a balazos. Uno de los guardias civiles quiso salvar a Elisa, pero esta prefirió morir abrazada a su compañero.

El cadáver de «La Golondrina» se trasladó al cementerio de Sevilleja de la Jara, donde fueron a verlo numerosas personas de su pueblo. Vestida de militar, llevaba cartucheras, tenía el pelo muy largo y podía apreciarse su avanzado estado de gestación. Según algunos testimonios, un médico le había anunciado que el parto era doble y que ya había salido de cuentas.
Fuente: Huidos y guerrilleros antifranquistas en el centro de España 1939-1955. Madrid, Ávila, Ciudad Real, Toledo, Cáceres y Badajoz. Autor: Benito Díaz Díaz.

Recientemente ha salido publicada una novela basada en la vida de esta mujer. Se trata de “La Golondrina. Novela del Maquis”. Su autor habla de esta novela desde hace tiempo pero no logré encontrarla, por lo que no sé si es una nueva edición, o no logró publicarla hasta ahora. Juan José Fernández Delgado, escritor y profesor de Lengua y Literatura Española, ya tiene en su haber varios trabajos donde el maquis está presente. “La última página” es uno de ellos. También fue coautor del libro “Golfines, bandoleros y maquis en los Montes de Toledo”.

Sobre este autor ya sabía de su existencia gracias a sus obras y, hace tiempo, en una entrevista que le realizaron en 2009 me dejó un poco desconcertado al contestar esto a una de las preguntas:

Mi interés sobre este fenómeno viene de muy antiguo. Soy de Aldeanueva de San Bartolomé (Aldeanovita), Aldeanovita la bien nombrada, la llama el poeta, que dio a la sierra 39 individuos, tantos como seminaristas a Murgía (Álava). Y he conocido a muchos, y he jugado con ellos al truco, y me he puesto un sobrenombre para introducirme entre ellos y escuchar sus verdades y sus mentiras, y mis recuerdos de niño me llevaban a aquellas mañanas en que una vecina iba a mi casa a buscar a mi padre para que acudiera a su casa a una hora precisada porque iba a ir la guardia civil a “dialogar” con su marido (uno de los poquísimos maquis que no delató a nadie)… En fin, que me ha resultado muy próximo y familiar el tema. Pero quien haya leído La última página y La golondrina y lea mi trabajo en Golfines, bandoleros y maquis en los Montes de Toledo verá que mi opinión sobre estos personajes ha variado mucho. Antes los bauticé como “los últimos románticos”, pero después de haber estudiado a fondo el tema dejan mucho que desear…

Parece claro que se alinea (o me parece a mí) con los autores que consideran más como actos de bandolerismo a las acciones del maquis, que como un intento de luchar por la libertad arrebatada en el monte.

En todo caso, al salir a la venta esta nueva novela, en una importante librería de Madrid se puede leer este resumen de la misma:

(…) Fernández Delgado ha mostrado desde antiguo predilección por los vencidos y los olvidados, y a ese grupo pertenece también por derecho propio todo ese conjunto de personajes que desfilan por la presente novela y que habitan fantasmagóricamente los riscos y montes de la Jara y las comarcas limítrofes. Juan José ha escrito una novela muy bien documentada, porque tanto sus hechos como sus personas responden a la realidad cotejada, aunque sobre unos y otras planee el buen hacer narrativo que ajusta esa realidad para convertirla en materia literaria.

El primer párrafo parece un guiño a los futuros compradores que comparten, supuestamente, su inclinación por los derrotados, aunque esos mismos compradores tal vez no compartan su decepción, en cuanto a la guerrilla antifranquista declarada por el autor después de años de estudio de la misma.

09 julio, 2011

La bondad del invierno

También yo, como Lorca, poseo una tristeza de hilo blanco para hacer pañuelos, una gavilla de sueños rotos y un retablo de ilusiones sin filo que asiste cada mañana al espectáculo de su nueva restauración. Ni a él ni a mí nos habían hablado de esta inercia apagada. No nos dijeron que nos pusiéramos ahí, quietos y obedientes, con la nalga temblona, a la espera de que un civil desconocido nos vacíe el cargador de su pistola en la cabeza acostumbrada a componer versitos.

Yo ya sé, como Federico, que la vida no es noble, ni buena, ni sagrada. La vida es sólo una sucesión caprichosa de pérdidas, y el hombre no es más que la marioneta destinada a cumplir sus caprichos. No importa si provocamos al azar y corrimos detrás de nuestra desgracia hasta encontrárnosla de frente. Aunque me hubiese escondido en este boquete, o en cualquier otro, trece años antes, igualmente habría caído sobre mí la noche negra para cubrirme con su manto y convertirme en el hombre cansado que soy ahora.

Quizá si me hubiese ido del país habría tenido todavía una oportunidad entre los hombres. Como tantos otros que se marcharon a América, también yo podría haberme refugiado lejos para mirar todo este caos a salvo, desde el velador de un café de Buenos Aires, pongamos por caso, con una copita de anís siempre encima de la mesa y nuevos amigos que comenten conmigo la desgracia para seguir jugando a salvar el mundo de nosotros mismos.

Si decidí quedarme fue sólo por la ilusión de hacer realidad nuestras conversaciones de muchos años atrás en la Residencia, de matar, una sola vez pero para siempre, la pesadilla de no creer lo que creían otros, por probar a confiar en lo que defendían con tanto ímpetu y que a mí no me interesaba. Yo sólo quería escribirle unos versos a lo de todos los días, permanecer ignorado entre todos aquellos que cantaban a una bandera o levantaban un puño o entonaban un himno. Luego el destino se ha complacido en envolverme en su capa y he terminado huyendo de unos y otros.

No sé cuándo se torció la suerte y quedé enredado en esta bobina de hilo que terminaré de enrollar mañana por la mañana, pero tengo algunas sospechas. Si tuviera tiempo escribiría mi historia para conciliar estas dos mitades y entender si lo que he hecho en estos trece años tenía alguna justificación. No tengo tiempo y por eso sólo puedo esbozar con pena una mínima parte del relato.

No estoy seguro de dónde y cuándo comienza, pero sé con una certeza que asusta y alegra cuándo y dónde termina. Quizá la noche que le regalé mi maquina de escribir a Juan Palacios para que él hiciera su revolución fue la noche que me condenó a todos estos años de lucha. ¿Podía saber yo que a las pocas semanas le requisarían la máquina, le romperían los dientes y la boca, y en una celda de castigo, tragándose la sangre y los mocos, iba a pronunciar mi nombre como el de un aliado, un compinche o un traidor? O puede que fuese aquella tarde en Madrid, en el sótano en el que Pablo y Rafael pontificaban, donde alguien tan anónimo como yo me vio y quiso que también yo fuera uno de ellos, y luego vino la culpa y la delación. Cuando yo supe que el crimen fue en Granada participé con otros y por venganza en una partida que acabó con la muerte de dos guardias civiles en Alcalá, una noche en la que alguien gritó y dio armas y se rompieron cristales y se quemaron algunos camiones. Todo esto y que mis amigos fuesen Federico y Rafael, Pablo y César, Miguel y Pedro y otros muchos contribuyó a que la historia haya sido de este modo. Luego he sabido que algunos de ellos murieron y que otros se exiliaron antes de ver peligrar su posición o su vida. Los más listos huyeron haciéndonos creer que por el bien de la causa convenía tener una vanguardia en Francia o en Rusia desde donde luchar contra el enemigo fascista. Los más ingenuos se quedaron defendiendo un futuro sólo leído en los libros o se han podrido en las cárceles nacionales creyendo cumplir un deseo que ellos no se fijaron. A Miguel le perdí la pista y no sé si consiguió salir del país o todavía sigue buscando el desgobierno de la carne allí donde se encuentra. Una vez me dijeron que murió en prisión, enfermo, pero las fuentes no eran fiables y en este tiempo hay demasiados fantasmas que después de muchos años enterrados han regresado al mundo para dar noticia de su suerte.

Yo pasé tres años de un lugar a otro comiéndome la rabia y las ganas de decir basta, y cuando todo acabó para los otros yo seguí aquí, o en un penal que no sé si es de este mundo, lo mismo da, obstinado en no aceptar lo evidente, que el mundo que íbamos a construir no era posible y tocaba perder. Tres años en el presidio de Ocaña sobran para domar a un hombre, así que cuando conseguí salir de allí con veinte kilos menos y media boca deshecha a palos me retiré a Requena, donde vivía entonces mi hermana, buscando librarme de mis recuerdos y mis errores pasados. Salta a la vista que fue inútil.

Allí la guerra no había acabado. Todos los domingos bajaban a la cantina del Sordo los perseguidos del monte. Allí fue donde conocí a aquellos hombres que todavía creían que podía prenderse la llama revolucionaria, un grupo de individuos que habían decidido continuar una guerra de guerrillas contra la guardia civil y el gobierno de Franco, antiguos cabecillas del PCE, anarquistas sin lugar en esta tierra, represaliados de toda condición, soñadores sin causa o delincuentes que habían encontrado en las partidas un refugio a la acción de la justicia.

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Autor: Agustín Celis Sánchez

Este relato recibió el Premio Unión Latina de Cuento 2002, en el Concurso Internacional de Relatos “Juan Rulfo”, concedido por Radio Francia Internacional y la institución Unión Latina.

03 julio, 2011

Ciencia y resistencia

María Teresa Toral Peñaranda nace en Ma­drid (1911), estudia el Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros. Estudió ciencias químicas y farmacia en la Universidad Central de Madrid. En 1933 fue becaria del Instituto Nacional de Física y Química, de la Fundación Rockefeller donde recibió el premio Guzmán. Ya en el ABC del 3 de octubre de 1933, encontraremos una relación nominal de los premios en los distintos grados. En la Facultad de Ciencias y en grado de licenciado vemos en la sección de Químicas a la propia Mª Teresa.

En 1934 fue secretaria de redacción de la comisión de publicaciones del Congreso Internacional de Química Pura y Aplicada. Fue colaboradora del científico español Enrique Moles, de quien aprendió el estudio de la química (1933-1937). Durante la Guerra Civil perteneció a la Sociedad Española de Física y Química, donde rescató las publicaciones científicas de las catástrofes militares. Tras la guerra, en 1939 es encarcelada en la Prisión de Ventas, donde conoce a otras universitarias, acusadas todas ellas de haber fabricado material béli­co para la causa republicana durante la guerra. Teresa es condenada a 12 años y un día, y vive como protagonista directa, el fusilamiento de las trece rosas.

Junto a otras reclusas organiza la enfermería infantil para la atención de los hijos de las presas, con un índice de mortalidad muy alto dentro de la prisión. Tras pasar varios años en prisión, vuelve a la vida normal en Madrid y abre una modesta farmacia en la calle Gravina, en el centro del barrio de Chueca. Se convierte en colaboradora de la guerrilla urbana que se estaba organizando por el PCE en la capital, y el propio Celestino Uriarte diría años después esto: En Madrid capital, se encontraba en periodo de orga­nización, un grupo guerrillero, al hacerme cargo de él se componía de tres compañeros al frente del cual se halla­ba un camarada al que conocíamos por el nombre de To­ledano—José Carretero Sanz—. Formaban también parte del aparato dos mujeres, una como enlace de estafeta, y otra como enlace informadora llamada Merche; ésta fue dete­nida a raíz de la detención de Vitini y su grupo, las dos eran muy abnegadas y firmes, sobre todo Merche. Aparte de estas mujeres Celestino también se puso en contacto con Mª Teresa, la cual facili­taba medicamentos, drogas, vendas, etc., para las Agru­paciones Guerrilleras.

Las rápidas detenciones de los componentes de las células clandestinas comunistas en Madrid, suponen el conocimiento por parte de la policía de sus actividades, y, es detenida en Barcelona cuando supuestamente se disponía a huir en septiembre de 1945. Acusada de co­laborar con la guerrilla urbana del PCE, es juzgada y condenada a dos años de prisión. Una movilización del exterior en varios países, logra cancelar las tres penas de muerte contra Mª Teresa y dos compañeras, aunque el régimen siempre negó que las penas capitales hubieran sido impuestas.

El día 8 de marzo de 1946 en el diario ABC, el nombre de Mª Teresa figura en relación a la pena de muerte contra tres mujeres “republicanas” (el entrecomillado pertenece al autor del artículo). El texto dice así: En cuanto a María Teresa Toral Peñaranda—que ingresó en la referida Prisión de Mujeres el día 1 de diciembre del pasado año—, podemos decir exactamente lo mismo: se halla sujeta a sumario por actividades terroristas—no políticas —, y no se cree que la petición fiscal sea de muerte.

Tras salir de prisión logra pasar la frontera y se exilia en México. En el exilio se dedicó a impartir clases de física y química orgánica e inorgánica en la ENCB durante 21 años. En la UNAM impartió la cátedra de fisicoquímica para ingenieros metalurgistas y para el doctorado de bioquímica. Además de dirigir proyectos de tesis, se dedicó a realizar estu­dios sobre el espacio y el origen del universo y otros estudios para algunas enciclopedias de química industrial. Tradu­jo al español obras científicas del inglés, francés y alemán y retomó sus estudios de dibujo y pin­tura, iniciados en Madrid. Su labor científica aunque interesante fue poco divulgada. Paradójicamente, fue más conocida mundialmente por su afición a las artes plásticas, destacándose por los trabajos de grabado que realizó en el país azteca.

En la imagen vemos su trabajo titulado: Curva de presiones de vapor del nitrobenceno, que realizó junto con E. Moles y que se encuentra en la biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.

Fuentes:

  • Giral, F. Ciencia española en el exilio (1939-1988), 1944. Edit.- Anthropos.
  • VV.AA. El Cronista Politécnico, Año 10, Nº 40, 2009. Instituto Politécnico Nacional (México).
  • Garai, Juan Ramón. Celestino Uriarte. Clandestinidad y resistencia comunista. 2008. Txalaparta.
  • Archivo PCE. Represión Franquista. Caja 49 carpeta 2.6.
  • Romero de Pablos, Ana y Santesmases, María Jesús. Cien años de política científica en España. 2008. Fundación BBVA.