18 mayo, 2009

Tiempo de cerezas • Ángel Utrillas

Extracto del libro “Tiempo de cerezas” de Ángel Utrillas.

“El valle albergó y sirvió de guarida a los hombres de la resistencia antifranquista. Eran pocos, apenas un puñado de gentes de izquierdas que se agruparon y se tiraron al monte a falta de otra posibilidad de lucha organizada y resistencia en la demarcación placentina, la cual, por cierto, quedó en zona nacional.

Los maquis en muchas ocasiones visitaron la casa de Pedro, le invitaron a unirse a ellos basando sus pretensiones en la ideología de su padre, su encarcelamiento y su posterior fallecimiento, o asesinato, como lo denominaban los guerrilleros, para quienes Nicasio era un héroe y Pedro, probablemente, un cobarde. Cada vez le presionaban con mayor insistencia.

_ Únete a nosotros Pedro, sé valiente, lucha como un hombre, hay que oponerse al fascismo con uñas y dientes.

_ Y, ¿quién traerá la comía pa la mujel y el muchachino? -. Aquella era siempre la contestación de Pedro, amarga respuesta llena de sinceridad y vacía de ideología, la frase que ponía punto final a la discusión.

Una noche, al salir de su casa dos guerrilleros, quienes por cierto flaco favor le hicieron, pues le robaron los pocos víveres con los cuales contaba la familia para su subsistencia, la Guardia Civil en su estrecha y persistente vigilancia a Pedro, efectuada cada vez con más ahínco, los sorprendió.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del centinela en la trinchera del frente ruso, con el recordatorio de la aciaga noche, una de las más largas y duras de su vida, de una vida plagada de conticinios duros, largos y aciagos.

Era una noche fría en Extremadura, una luna llena plúmbea iluminaba el Valle del Jerte en su totalidad. Dos guerrilleros, tras fracasar una vez más en su obstinada pretensión de reclutar al testarudo Pedro para sus huestes, cogieron cuantos alimentos cupieron en sus morrales y salieron a hurtadillas de la humilde casa. Pedro y María suspiraron aliviados al ausentarse los partisanos, se disponían a acostarse, pues no tenían ya nada para cenar tras el saqueo al que fueron sometidos, cuando se escuchó, en los alrededores de su hogar, un grito.

_ ¡Alto a la Guardia Civil!.

Tras aquellas palabras siguieron unas detonaciones. Las ásperas explosiones quebraron la noche desquiciando los nervios de los moradores de la casa y despertando al pequeño José, quien no cesó de llorar hasta la finalización de la balacera. Porque hubo tiroteo, los guerrilleros respondieron a los disparos de los guardias entablándose una lucha feroz y desigual. Uno de los guerrilleros consiguió huir, herido, regando el sendero con su sangre, pero huyó, en cambio el otro no tuvo la misma suerte y murió en la reyerta. Aquella acción acarreó innumerables problemas y múltiples contratiempos al inocente campesino.

Una vez cesaron los disparos, los miembros de la Benemérita irrumpieron en la casa, detuvieron al cabeza de familia y lo condujeron al cuartelillo, donde permaneció por el resto de la madrugada sometido a interminables y agotadores interrogatorios. Juró el inofensivo trabajador, una y otra vez, su inocencia, explicando como intentaron en vano unirle al movimiento de resistencia y como él se negó siempre con rotundidad; narró como le robaron los escasos alimentos con los que contaba, pero aquellos hombres parecían no escuchar, y de hecho así era, no escuchaban, permanecían sordos y estólidos con una exacerbada contumacia.

La tensa situación le conducía a una neurastenia peligrosa, en el más insospechado momento, podía ser capaz de confesar cualquier abyecto crimen para escapar del suplicio que suponía el interrogatorio y de sus torturas tanto físicas como psíquicas. Tras padecer los envites de un miedo espantoso y después de recibir unas docenas de golpes despiadados, le devolvieron a la libertad.

_ Ten cuidado con lo que haces Merino, con lo que dices, con lo que piensas, con lo que ves . . . te estaremos vigilando siempre, no importa donde vayas ni donde te escondas, siempre estarás sometido a observación -. Advirtió el Comandante del puesto y sus palabras, pronunciadas entre dientes, apenas susurradas, cayeron como una losa, como una terrible amenaza”.


1 comentario:

Anónimo dijo...

quisiera hacer un comentario del libro tiempo de cerezas.....el libro me a resultado ameno yo destacaria el profundo compañerismo de pedro hacia joaquin y joaquin hacia pedro y también hacerme ver que de alguna manera todos los "voluntarios" de la división azul necesariamente no tenian que ser afines al regimen.