ALFONSO CALLEJO, En: Hoy-digital.com
La empuñadura es menuda, de metal con manchas verdosas, y el centro de hueso oscurecido por los años; pero es pequeña, como para ser asida en un gesto distendido, de esos capaces de generar muertes imprevistas y rápidas. La hoja no muy larga, de unos quince centímetros, suficientes para encontrar pronto la víscera vital en ese improvisado embate certero, se va haciendo cada vez más delgada con sus dos filos perdiendo hierro y buscando muerte hasta extinguirse en una punta de estilete. No me atrevo a quitarle el óxido y la herrumbre que recubre este puñal, es la pátina atesorada lentamente en sesenta años enfundado en su estrecho aparcamiento de cuero negro y endurecido, cosido con bramante. Someterlo ahora a una limpieza sería como desnudarlo y despojarlo de una piel bajo la que palpitan realidades inusitadas. Prefiero imaginar su fulgurante lozanía, cundo su filo y su empuñadura de metal con hueso relucían desafiantes en poder de su dueño, que trepa con vigor en compañía de otros tres o cuatro componentes de la partida mimetizados y silenciosos tras los berrocales escarpados de la Sierra de Tormantos. Hasta 1946 esta daga colgaba del cinto de un joven maquis (así me gusta imaginarlo), ni héroe ni bandido, que solo vivía una pesadilla sin despertar de resultado ineludiblemente trágico; se ocultaba en las exuberantes anfractuosidades que se derraman de las moles de Gredos, llegando ya cerca de Garganta la Olla. Los pies del guerrillero, con paso reposado pero firme, van conduciéndole en subida sinuosa, empujando el tronco a cada zancada hacia delante en un balanceo cadencioso para mejor repartir por el cuerpo el peso de su mochila, como solo sabe hacerlo quien ya lleva años errante por los montes.
Tras el óxido del cuchillo, como una cortinilla translúcida de décadas, soy capaz de contemplar los mismos parajes inhóspitos que frecuentaba la legendaria Isabel, la Serrana de la Vera con cuya aura se toparía más de una vez el joven maquis en algún descanso bajo esa luna montaraz que parece pedir sigilo en la noche verata: cualquier ruido cerca de las cumbres es traicionado con los ecos repetitivos y delatores de la sierra. Y en esta simbiosis donde se encuentran las leyendas vienen a mi memoria los versos de la copla: «le ha cogido por la mano/ le lleva para su cueva,/ no le lleva por caminos / ni tampoco por veredas./ Le lleva por unos montes / más espesos que la yerba».
El dueño de este cuchillo fue un integrante del XIV Cuerpo del Ejército Republicano, miembro de la 11ª División, la Zona Mirlo que comandaba Severo Eubel. Seguramente en alguna ocasión estuvo presente en reuniones secretas de la plana mayor de la Agrupación -abandonada a su suerte por los dirigentes comunistas exiliados- conociendo en persona al comandante «Carlos», a Luis Gómez «Quincoces», a Joaquín Ventas «Chaquetalarga» y a Pedro Díaz «el Francés» antes de su muerte trágica en Jarandilla. Nunca sabré su nombre ni su apodo y desconozco si fue abatido finalmente por la Guardia Civil o si murió años después en la cárcel, ni siquiera si se entregó y delató a su partida abocado por la desesperación. Lo único cierto es que su cuchillo apareció en el fondo de una cueva con otras armas y enseres, y en virtud de ese inescrutable azar de los acontecimientos, hoy decora mi bodega junto a un viejo arado, una jaula de perdigón y una escopeta de un solo caño. Su empuñadura de viejo metal verdoso y hueso oscuro me sigue hablando de odios y traiciones, de desgracias y fracasos, de incultura y desarraigo, de sombras y abismos ideológicos, sentimientos encontrados y resumidos en unos versos de Machado: «españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón».
2 comentarios:
Hola. Me gustaria saber como llego a sus manos el cuchillo de la cueva de los maquis, pues yo subo mucho por allí y me encanta todo eso y seria una forma de conocer un poco mas de la historia de la cueva. Muchas gracias.
Este escrito es solo un relato encontrado en un diario virtual que indico al principio.
Evidentemente yo no he encontrado un cuchillo, y por lo tanto también ignoro si el autor del relato lo hizo.
saludos
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